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Perfeccionismo: cuándo es una virtud y cuándo se convierte en un problema
El perfeccionismo es una característica que, en equilibrio, puede impulsar el crecimiento personal y profesional. Querer hacer las cosas bien, cuidar los detalles y aspirar a la excelencia puede ser una virtud cuando ayuda a alcanzar objetivos y mantener la motivación.
Sin embargo, cuando el perfeccionismo se convierte en una exigencia constante, deja de ser saludable. En estos casos, la persona siente que nunca es suficiente, teme cometer errores y evita proyectos por miedo a fracasar. Esto puede generar ansiedad, insatisfacción crónica y dificultades en las relaciones personales.
Algunas señales de un perfeccionismo problemático son: pasar demasiado tiempo revisando tareas, posponer actividades por miedo a fallar, no tolerar los errores propios o ajenos y sentir culpa al no alcanzar un ideal imposible.
Aprender a encontrar un equilibrio implica aceptar que la perfección absoluta no existe y que los errores forman parte del aprendizaje. Fomentar la flexibilidad, reconocer logros intermedios y practicar la autocompasión son pasos importantes para transformar el perfeccionismo en un motor sano de superación.
Cuando el perfeccionismo causa malestar constante o limita la vida diaria, lo recomendable es buscar ayuda psicológica
. Un profesional puede ayudar a identificar los patrones de autoexigencia y a desarrollar estrategias más realistas y equilibradas.
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